
Árbol sabio,
de tus hojas la ternura,
de tu tronco la aspereza
que tan bella huella deja.
En los aros que te envuelven
toda el alma hecha madera,
brotan cuentos milenarios
que no cambian con los años.
En tu sombra larga y ancha
mece el niño hoy su sueño,
hasta que sus pies pequeños
emprendan la nueva marcha.
Y no vas árbol plantado
tus raíces no te dejan,
y en un coro de susurros
con el viento a él le besas.
Pasan días, pasan noches
cambia el prado su color,
cuántos cantos han dejado
pajarillos en tu flor.
Más alto te has puesto
quieres tú llegar al sol,
mas el tiempo en quien te deja
elevar tu posición.
Ya tranquilo y con paciencia
das tus hojas a la tierra,
ha sido intensa primavera
y el crujido ya no espera.
Vuelve el niño y con sorpresa
es más grande, es mayor,
trae un hacha en una mano
en la otra una misión.
Abrazando aquel tronco
mide el radio el corazón,
y al sentir aquel latido
árbol lloras con amor.
Saca el hacha y te corta
no sientes ningún temor,
pues madera tersa y buena
han de guardar el calor.
Su casa él construye
con sus manos y sudor,
donde antes el árbol estuvo
planta el hombre un alcanfor.
Nace el niño de aquel hombre
y lo lleva a escuchar,
una historia tan sincera
que lo hace suspirar.
Bajo el árbol se la cuenta
y lo besa al terminar,
luego a solas y en silencio
las gracias el hombre da.
Árbol sabio
de tus hojas la ternura,
de tu tronco la aspereza
que tan bella huella deja.
Iris Leal