La naturaleza nos llama constantemente en un susurro que nuestros corazones atentos pueden percibir.
Su halo de vida nos permea y tomados de la mano danzamos al compás del universo.
Sus bosques silenciosos cantan las partituras ancestrales, sus voces verdes entonan la esperanza.
Cada brote, cada tallo, cada hoja, fruto y semilla son la muestra pura del don de la Tierra.
Los troncos que pacientes engruesan sus entrañas, son testigos del tiempo profundo y anidan en su madera la verdad, la humildad y la serena confianza del gesto dadivoso de lo eterno.
Es la naturaleza el abrazo que el ser humano requiere y espera.
Todo en ella es laboriosa bondad.
Las hojas del pino y mis manos fueron contándose los cuentos.
Las primaveras, los veranos, los otoños y los fríos inviernos que llevamos en nuestros cuerpos; hasta que un día se encontraron.
Guardo en mi corazón la magia del bosque y guarda el canasto en su cuna mi vida.
Iris Leal