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Un ángel nos mira


El cielo se abre por un instante entre el gris tupido de los inviernos cabe un aro que sus nubes afirman, logra un ángel lanzar por aquel espacio un suspiro de esos claros estrellados, de aquellos que el orífice ha esperado para alimentar sus manos del arte sagrado.

Luego siguen las lluvias cerrando los astros, día y noche su canto en el sur de los bosques densos, acrecentando las ideas, las riegan como la mata pide, le limpian las hojas secas, le engruesan la santa espina para que su fruto no pierda, no decline.

Ha crecido ella en el prado predilecto en donde las rosas mustias se han sacralizado y su color rojo han retomado cuando el verde tallo bajo tierra han afirmado.

Y las manos muertas de la tumba antigua en sorna inmensa el perfume han manido hasta las lindes de lo incierto y desconocido salvando la flor que su espiga inmola.

Ante ella el esqueleto seco lava y refriega la lluvia aguera desde sus cielos sombríos y vivos le acarician recuerdos y le ahogan olvidos.

Un par de esferas se han detenido a descubrirle su verde abrigo hasta su ángel de piedra habido les ha tocado en lo escondido.

Quieren hundirse en la tierra entera húmeda madre de leche letea mas las caricias del querubín han suavizado el dolido esplín.

Cierran las puertas y las promesas sueltan al aire su hermoso sentir saben que el ángel luces cuantiosas les ha donado a su disidir.

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