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Tomar la mano



Sintiendo la fragilidad de la vida, la fuerza de la esperanza, la sabiduría de los cuerpos que lentamente se inclinan volviendo a la tierra sus huesos, elevando a las estrellas sus besos, sus cariños, sus versos... Pasa la vida, se camina, se encuentra con tanto que tiende a perderse.

Sin embargo ocurren maravillas, momentos intensos donde algo se abre.

El ángel que nos cuida muestra una pluma de su ala, un tono de su arpa, un brillo de su inmaculada faz y respiramos certeza, apenas una miga de certeza.

Comienza la tarea de enrielar, cargar en el hombro los pesados metales para construir la línea férrea del destino, martillando los clavos antiguos para traspasar el material y unir.

La vía marca para el que vendrá la misma ruta, aunque lo que ve, lo que respira, lo que recoge el otro es de él, para él, por él, su tesoro.

En el cielo los tesoros que de la tierra se experiencian se convierten en generosos cúmulos estelares. De la mano de otro se siente la palma propia y luego puede uno acostarse sobre la hojas tibias de la tarde a mirar las nubes formarse y entregarse, una a la otra en una danza que dan ganas de tocarla, de seguirla, de probarla...


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