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Quién


Quien- Heidi Scheel

Yo soy quien acude en el unísono del día y de la noche, de su abrazo, como un instante memorable en el persistente rayo que comulga con la tenue obscuridad silenciosa.


Yo soy quien emerge de ese canto promulgando las estrellas conmovidas, aquietando su elíptica respiración de astro.


Yo soy quien derrama la fugacidad, aquello que cruza el alma adolorida, que transita en su amalgama invisible de pensares transparentes e instintos promovidos, y da, como al aliento da el espíritu, la justa medida de su fuego domado.


Yo soy quien deja abandonado en el lecho el renuevo de emociones, macerando, y despeja de sus tallos la incontenible luz que quema hasta la ceniza su carne, su lechosa sangre y le hablo.


Yo soy quien vuelve y mira frente a frente los brotes abundantes y comienza a tocarlos, uno a uno, en su devenir de fruto emancipado.


Yo soy quien se anida en las manos, en las manos que temerosas se han plegado, como se pliegan las olas en su espuma rezando, orando, recogiendo, suscitando.

Y levantando ya sin miedo sus palmas se dan a su labor de labrado fecundo, humano.

Yo soy quien hiere lo sagrado para que la savia desborde vertientes y la sangre púrpura haga los mares azulados, descendiendo y ascendiendo corrientes fluya en las voces del dolor destrozado de gritos, descascarado, desnudado y purificado, avivando la llama verdadera en su razón.

Yo soy quien está abrazado y abrazando como el cielo y la tierra; la tierra y el hombre; el hombre y sus credos; sus credos y su fe: su fe y su pensar; su pensar y su esencia; su esencia y su acto; su acto y su vida; su vida y su muerte; su muerte y su tiempo; su tiempo y sus huesos: Su sabia forma en la amada sensatez, su esperanza.

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