
Entre el poema de lo onírico y la prosa de los hechos, el espacio resiste su blancura.
La rendija entre ellos, que no es más que un matiz del portentoso hálito.
Hace que hunda en la imaginación el ojo entreabierto al objeto por las manos hecho.
Alcanza una de ellas la música del añil, conquista la otra el instrumento.
Viene el poema como descendiendo una escalera de sol y va la prosa comprendiendo, entonando incluso las mismas notas que en palabras son esperanza del lucio y se unen como gotas.
Lo sientes en tu despertar o en el ante sueño y pueden hacerse humana caligrafía del destino del genio recitador.
Iris Leal