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Foto del escritorIris Leal

Guerra y Paz

Actualizado: 17 jul



Hoy, precisamente en este instante, somos testigos del miedo, del terror, de la enajenación, de la maldad en su expresión miserable de la guerra.


Podemos nombrarlo terrorismo, pero sabemos que su fuerza se nutre de nuestros propios temores y cobardías.


La venganza es su sangre y el odio su palpitar.


Es verdad que la justicia desaparece cuando conocemos los hechos de un acto de deshumanización, pero también es verdad que cada vez que hierve en nuestro interior la rabia, no somos mejores que aquellos hombres que armados asesinan la belleza de la vida.


Las respuestas que surjan en nosotros deben comprender la justicia real, pensada, palpada, pues nada haremos si solo alzamos la voz vacía, la incoherencia de quienes somos y a qué nos dedicamos.


Ahora aviones vuelan matando familias y no es novedad ni objeto extraño en los cielos de aquellos lugares.


Lamentablemente son para esos niños las bombas, los disparos, los gritos y llantos, como lo son para los nuestros, el pasto, el zorzal, las piedrecitas y las sonrisas.


¿Qué podemos hacer? Se levantan oraciones, comentarios, opiniones, críticas, penas profundas y mucho más, pero ¿Qué podemos hacer? Hablamos de alevosos poderes políticos , economías ebrias, potencias alucinatorias, sí, de todo ello aliñamos nuestros encuentros con otros, pero ¿Qué podemos hacer?


Cómo escucho el quejido de la madre viendo perdido a su hijo que lleva en sus manos metralletas y granadas. ¿Cómo veo al padre que mutilado se queja en un hospital que apenas posee anestésicos? ¿Cómo abrazo a ese hijo que se quedó solo en un paseo por las calles de París? ¿Cómo atiendo los traumas de quienes fueron presas de la locura más radical del exterminio y la tortura?


Solo puedo llamar y enfatizar que cada uno posee un momento de reflexión, tan íntimo y tan necesario como el consuelo a los que sufren.


Vivimos muy lejos de aquello y al mismo tiempo esto nos hace sentir tan cerca. Pido que cada uno mire a su alrededor en silencio, que perfile la faz de sus hijos, que memorice las arrugas de sus padres, que contemple los gestos de sus amigos, que se quede en silencio para pensar realmente, desde su propia experiencia y confianza ¿Qué puedo hacer?


Tal vez hoy uno haga un daño menos y un favor más.

Tal vez hoy uno respire agradeciendo el aire.


Quizás alguien llore sinceramente y luego siga adelante con mayor cuidado.

Quizás otro perdone lo imperdonable.


Yo ruego, ruego con todo mi ser, para que se abran los libros de las sabidurías de Tolstoi, Dostoevsky, Mandela, Gandhi, Mistral y tantos y tantos, hasta encontrar razonables caminos hacia la libertad y la paz.


Yo ruego, ruego con toda mi alma y todo mi corazón para que esto no alimente los odios, las iras ciegas, las venganzas cruentas.


Yo ruego con todo mi espíritu para que convirtamos el dolor en esperanza y la esperanza en vida.


No es un idealismo, sino un concreto paso que cada uno puede dar en su pequeño espacio si lo piensa.


Iris Leal

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