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El Náufrago

Actualizado: 25 abr




El náufrago de las olas antiguas, las enormes que arrasaron, que tragaron naves destrozándolas contra los acantilados. Y fue uno de enormes vitalidades, que emprendió la hazaña impensable de amarrase al poste sobre la cubierta y tapar sus oídos y vendarse los ojos para entender lo fino y no dejarse engatusar por las sirenas infernales.


Sólo los nudos no eran hechos, requería de manos hermanas o amigas, para apretar entre torso y hombría y sujetar así la valentía.


Varado sobre cualquier playa te deshaces, pues la batalla no tiene recompensa. Soledades de concreto te recuerdan los monstruos de estoicas contiendas.

Los tres ojos del cíclope te miran. En las vitrinas te respiran por el cuello. Los ilusos espejismos de los manjares lotófagos que te inducen el mareo de los ojos. Circe te venden en pancartas, promoviendo felicidad que lastra.


¿Cómo pretender una visión inteligente? ¿Los políticos, que amorosos me dicen que me quieren, cuántos ojos necesitan de mi alma? ¿Votar, votar, qué es votar? Si doy mi voto al que consume mi sangre, o si lo doy, generoso, al que promueve desastre ¿No estaré diciéndole a Ulises que su heroica batalla no sirvió de nada? ¿Que Penélope ya no lo ama?

Iris Leal

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