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Aprender Violín



Tensión de las notas, máxima flexibilidad, en donde antes de desligar se desprende el impulso vivo, tan agitado como la semilla en su interior, como la célula o el átomo, como el corazón del que canta... Sobre el hombro se posa el violín, la cabeza inclinada lo sostiene en una parte virgen del rostro, en un cuello que para ello está hecho, para acunar... La mano lo busca, lo escarba hasta la vibración angélica, que nos es de yemas, ni de falanges, es de alas ¿tenemos alas? ¿idea de alas? ¿sabemos volar?... El arma, el arco tenso y delicado, con la fuerza del caballo y la delicadeza de la mariposa que posada en el néctar de cuerda liba de ella besando el ébano de la noche renaciente. Arriba y abajo, ángulos sin fin, soltura acariciadora, medios, altos, abismos que se trenzan en un orden pasivo, reconfortante y osario del músico que ya ha tocado.

Se llora en él, eso es inevitable. Se llora con él, eso es expansión. Se llora por él, eso es amor al arte... Se entiende y se deja ser en una alegría de madera acabada, de pulido brillante, de partitura palpitante, de movimiento generoso que acontece en todo el ser, en todo el instrumento, en toda la obra.


Gracias


Iris Leal

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