
Imagina tu etapa de la niñez. ¿Cómo eras con aproximadamente 8 años? Trata de visualizar cómo eras físicamente y, si te cuesta, puedes mirar alguna foto para refrescarte la memoria y captar todos los máximos detalles posibles.
Ahora haz un ejercicio de visualización e imaginación.
Imagínate a ti mismo de pequeño, en tu habitación solo, ¿qué hacías cuando estabas en tu cuarto a solas? Imagina aquella etapa de la niñez, ve al pasado y recuerda cada detalle. Qué muebles había en tu cuarto, de qué colores, a qué jugabas, etc. Cuantos más detalles reales instales en la imaginación, mayor efecto tendrá el ejercicio.
Ahora imagínate a ti mismo como eres ahora.
1. Acaricia a tu niño interior
¿Y esto para qué sirve? Para sanarte de las heridas del pasado. Tu persona adulta puede conversar, acariciar al niño que fue, usando la imaginación.
Acércate a ese niño herido, sensible, temeroso y pregúntale qué le pasa. Ahora puedes comprenderle, besarle, abrazarle, darle protección, apoyo, amor… Hazlo, trátate como te hubiera gustado que te trataran en la niñez. Dale cariño y comprensión, abrázalo fuerte y dile que a partir de ahora estará a salvo, que lo cuidarás y aceptarás como se merece. Juega con él, diviértelo, deja que salga su espontaneidad. Sigue imaginando y visualizando que te llevas a tu niño a donde le apetezca. ¿Dónde deseabas ir cuando eras niño? ¿Qué capricho deseabas y no pudiste tener? ¿Qué afectos te faltaron? ¿Cuáles tuviste?
Ahora tú le puedes darle lo que desee. Cuando ya tu niño interior se sienta motivado y alegre, vuelve a la habitación. Déjalo allí a salvo y despídete de él, diciéndole que cada vez que lo necesite irás a ayudarle, a comprenderle y a darle amor.
2. El reflejo de tu niño interior
Este es un ejercicio que puedes incluso llegar a convertir en parte de tu rutina diaria o hacerlo cada vez que necesites reconectarte con tu niño interior. Para realizarlo debes procurar estar en privado y en un lugar silencioso y tranquilo. Para empezar busca un espejo y mírate en él. Intenta progresivamente imaginar que la imagen que aparece en el reflejo es el rostro de tu niño interior.
Cuando hayas logrado consolidar esta imagen, puedes transmitirle pensamientos dulces y amables como, por ejemplo, que te sientes orgulloso de todas las cosas que este niño ha alcanzado, que estás trabajando cada día para sanar sus heridas y que él es importante para ti.
Deja que estos pensamientos te inunden y te permitan ir construyendo una imagen más amorosa y autocompasiva.
3. La magia de la sorpresa
Por último, puedes intentar evocar la sensación de sorpresa que solemos experimentar constantemente durante la infancia. Para esto, busca hacerte preguntas sobre todo lo que te rodea e intenta darles respuestas de maneras absurdas e insospechadas, tal y como si fuera tu niño interior quien las está contestando.
Darte permiso de escapar de la racionalidad adulta y adentrarte de nuevo en el mundo de la imaginación y del asombro puede convertirse en una valiosa herramienta para sanar a tu niño interior, despertar de nuevo tu curiosidad por el mundo y darle rienda suelta a tu creatividad.

Los efectos de la imaginación
Si has llevado a cabo los ejercicios y has puesto en marcha tu imaginación, te darás cuenta de que tus partes más inseguras, crueles y temerosas pueden provenir de tu niño interior. Trata de cuidarlo, quererlo y aceptarlo, Y notarás mejoría emocional, a la vez que tu autoestima quedará reforzada.
Los adultos que tienen a su niño interior saludable no se reprimen cuando les apetece hacer algo no propio de adultos. Como por ejemplo, pasar por un parque y montarse en un columpio, ya que no les importará que la gente se extrañe. Y hasta se ría de ellos
Los adultos con el niño interior dañado se reprimen cuando desean hacer cosas propias de la infancia. Desean dar una imagen correcta, seria, de adultos. No se dan cuenta de que todos los humanos tenemos la necesidad de volver a ser niños de vez en cuando. Y no es malo, no es inmadurez, sino que están dejando que su niño interior se divierta.
Los adultos que tienen hijos pueden volver a divertir a su niño interior cuando juegan con ellos, quién no ha oído aquello de que “al padre le gustan más los videojuegos que al hijo…”. En cambio, las personas adultas sin hijos, se reprimen más a la hora de hacer cosas propias de la infancia. Ya no le dan golpes al balón, ni se ríen de cualquier tontería, es como en la edad adulta ya hay que ser correcto y todo lo demás es de inmaduros.
Lo cierto es que no hay nada más saludable que dejar que tu niño interior sea espontáneo. No lo reprimas, la edad adulta también necesita de vez en cuando sacar esa parte divertida.
Compartido con amor
Andrea 🌸
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