
Creéis conocerla.
La habéis estado contemplando durante toda la vida.
Poseéis recuerdos muy intensos de ella.
Siempre ha estado aquí, presenciando vuestras vidas.
Estuvo aquí en el momento de vuestro nacimiento, fue testigo de vuestro primer beso y también presenció vuestro primer desengaño amoroso.
Pero, ¿Quién es ella realmente?
¿Qué significa la luna para nosotros?

Es algo que brilla, algo mágico, algo que nos ilumina a todos por igual.
Es la hermosa Diana, Selene, la gran madre con forma de huevo; Astarté, la madre luna, la estrella del mar, nuestra señora, nuestra madre.
Es Hécate, reina de las brujas; Artemisa; Amazona; Cal listo; Musa; Yemaya; la gran concha blanca.
Estos son algunos de los nombres que recibe nuestra querida reina de la noche, es decir, nuestra luna.
La luna se considera el primer reloj, ya que el cálculo de sus fases creciente y menguante permitió medir el tiempo por primera vez.

La luna representa la periodicidad, es el símbolo de un cambio constante, es la luz de la noche, la que hace posible el nacimiento antes de que se produzca.
Es la madre de la luz y de la oscuridad, porque incluso cuando observamos su cara blanca y familiar, una de sus partes siempre permanece en la sombra.
La luna inventó el misterio.
Los astrólogos le atribuyen el poder de la concepción, los nueve meses de gestación, el alumbramiento, la nutrición, el amor al hogar, los romances y amoríos, la seguridad, la sensibilidad, la creatividad y el constante fluir de los sentimientos.
¿Qué puede haber, dice la plegaria, que no esté conectado con la luna, esta omnipotente fuerza de suaves manifestaciones? ¿Qué paredes de laboratorio serán capaces de retenerla? ¿Quién puede estudiar a nuestra gran madre? ¿Quién puede medirla, a ella, que fue nuestra primera medida? ¿Quién puede analizar sus efectos sobre los seres humanos, cuando cualquiera que intenta estudiarla se encuentra ya bajo su influencia?
Es la amante y fiel esposa de la Tierra, a la que nunca abandona, rodeándola siempre como en un eterno cortejo.
Es la creadora, junto con la tierra, de la vida orgánica del planeta.
Ella es la otra.
Desde la Tierra la contemplamos con admiración y, al mismo tiempo, la consideramos nuestro espejo.
Y cuando fotografiamos a nuestra madre Tierra, desde la distante superficie de nuestra gran madre Luna, pudimos obtener nuestro primer conocimiento visual sobre lo precioso, finito y frágil que es nuestro planeta.
Lo único que sabemos nosotras es que rezar a la luna nos ayuda. Ella está viva y podemos verla. Actúa como una especie de mándala en lo más profundo de nuestros seres. Es nuestra benefactora, es como si formase parte de nuestra familia, es la gran madre luna. Por eso le rezamos con confianza y satisfacción.
Disfruta de la luna, disfruta de la vida.
-Fragmento del Libro La Gran Madre Luna-
Abrazo Cósmico
Diana🌙
Hermana Sacerdotisa